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sábado, 6 de mayo de 2017

Notas sobre Venezuela, abril y sus representaciones visuales.


Detenido.
No sé dónde más un hecho que estoy detenido.
¿Vivo?
Funciono y ya es mucho.
Rafael Cadenas.

Abril rebelde. Un mes que comenzó con convocatorias a marchas y concentraciones de los dos polos políticos del país, he dejado el lamentable saldo de 36 víctimas (por ahora). Lo que en un principio se suponía era la movilización ciudadana para la reivindicación de logros y la exigencia de derechos; se convirtió en un cementerio. Pero también en un festín. El macabro festín de la muerte.
Pero tal festejo, tal sacrificio humano, ha tenido como escenario a los medios de comunicación y muy especialmente a las RRSS. Las calles, que se suponen las principales protagonistas, el escenario de la vida en sociedad, el lugar de tránsito y hábitat humano; han sido desplazadas por la autopista de las imágenes (autorreferenciales) que visibilizando a unxs, invisibilizan al Otrx. Un territorio donde no hay ganador, porque la muerte y la violencia nunca podrán enarbolarse como victoria. 


La vida on/vida off (line)
- ¿Fuiste a la marcha?
.- Claro, ¿no viste mi selfie?

Una de las primeras manifestaciones sociales de las marchas/concentraciones y que aún sigue vigente, ha sido el selfie, la nueva huella de la presencia, del estar ahí (que no del ser). No importa cuán fuera de foco, o si sólo capta un cuerpo fragmentado. Esa imagen, autorreferencial, que me sitúa al mismo tiempo que me borra, no es más que el abandono del mundo real. La protesta o reivindicación, pasa de la calle al FB, al tuiter, al instagram; donde es tal la circulación de imágenes iguales (porque el selfie tiene una estética homogeneizada, una pose presupuesta y necesaria para ser legítima), que es imposible ya distinguir un rostro de otro. Más con las máscaras prediseñadas de dichas redes, donde por ejemplo, sobrepones la bandera de Venezuela a tu rostro.
Se diría que el Yo muere, a favor de un nosotros unificado por un objetivo común. Sin embargo, lo que al final se impone es un régimen de juegos de retirada, donde se inserta mi vida personal y mi opinión -el pie de página del selfie es vital para darle significación- en un mundo de actualidad comentada. No piense, digite.
Sin embargo, cosa no poco curiosa, el selfie causa indignación. Recordemos los ejemplos de la joven abogado quien se retrató según la ocasión y el destinatario; y al funcionario de la Guardia Nacional, quien hizo lo propio ante una guarimba. La crítica fue la misma: estuvieron allí sino sólo para posar ante las cámaras. Efectivamente, es una afirmación que los une e iguala.
Con el implosión de las RRSS, vivimos ahora una nueva subjetividad que se construye en esa área de no ser, donde lo que funciona es la imagen homogénea de mí, la construcción de mi identidad gracias a un archivo de estereotipos dominantes: la misma pose, el mismo escenario. Se vive para estar on line, produciendo vacíos.
Es necesario percatamos de que estamos transformando la calle en un telón de fondo, para escenificar individualidades del estar-allí. Y surge entonces la pregunta: cómo podemos articular una lucha que transforme lo social desde el vacío. O más concretamente: cómo nuestra vida on line impacta en la vida off line toda.
La joven y el soldado, nosotrxs ídem, capturamos nuestra presencia para que al hacerla pública, quede apuntada en el nuevo archivo histórico de la humanidad. Pero ese yo on line, nos devuelve un boomerang filoso desde la virtualidad, hacia nuestra factibilidad. En un instante, paso de ser a estar off. Apagado. Una muerte más que simbólica.
Hamlet debe cambiar su enunciado: Estar en la red, o no estar, es ahora la cuestión. 

La imagen y la palabra. El imperio del verbo.
Pero para estar en la red, para estar on y que se entienda dicha presencia como acto político, la imagen no vale por sí sola. Curioso. En el mundo 2.0, donde la imagen se supone reina y dueña de la verdad; donde la sentencia “Click, posteo y luego existo”, es el nuevo credo de la vida social; la vieja fórmula de “Una imagen vale más que mil palabras” ha devenido en falsa.
Las RRSS y su promiscua proliferación de imágenes, han dado una vuelta de tuerca a dicha afirmación. La credibilidad de la imagen, su validez, su legitimación; vienen dadas por el pie de foto, el comentario, el verbo que le da el contexto de lectura a quien la ve.
Lo que se enmarca es lo mismo: los lugares, los sujetos, las acciones (incluso podría ser una imagen única en eterno loop, y no nos percataríamos de ello. De hecho, no lo hacemos, pues esto ya es una práctica común de los grandes conglomerados (des)informativos).
Pero como fragmentos de una realidad recortada, el retrato obedece a una lógica distinta, según el museo en que exponga y el curador encargado de darle significación a través del comentario. La imagen no vale por sí sola. Necesita del con-texto. Ante la proliferación de imágenes-pobres, la oratoria que las envuelve, el lugar donde se exponen y el yo que las reclama para sí afirmando “Veo, grabo, luego somos”, son eje de legitimación de un país de 1080 p y 140 caracteres.
Si miro por mi ventana, algo acontece. Concreto. Cuando volteo a las pantallas, percibo un suceso. Virtual. Imagen-texto en un juego de construcción bipolar. Dos Venezuelas, ambas posibles gracias al artilugio de la palabra. Una palabra negadora, cargada de violencia simbólica; pues pasa o bien por la negación del otro; o algo peor: su invisibilización.
Es urgente que reconozcamos que no son dos Venezuelas. Que somos la misma, que co-existimos. Que estamos en un país multi-lingual. Y que la palabra bien puede acercarnos, o cometer crímenes horrendos, como el sacrificio simbólico.
No dejar de mirar por la ventana, que también es un rectángulo que recorta; pero es otro marco posible, necesario y urgente. La realidad aún existe y necesita de muchas voces para comprenderla.
Steyerl ya habla hoy de la imagen pobre. Luchemos para que la palabra-pobre, in-significante, no se imponga como la nueva forma discursiva.


La imagen y su (no) violencia.
El problema no es que la gente recuerde por medio fotografías, sino que sólo recuerda las fotografías”.
Susan Sontag. Ante el dolor de los demás.

Culminó un mes que deja el saldo de casi 40 muertos, producto de las manifestaciones de diversa índole que han ocupado el país. Los medios tradicionales y las RRSS se pueblan de fotos y videos, que intentan no sólo registrar los hechos, sino también elaborar un archivo a medio camino entre el diario personal y la documentación histórica.
¿Pero que nos ocurre como sujetos, ante el exceso de muerte y crueldad que nos muestran dichas imágenes?, ¿cómo reaccionar ante la fijación del dolor o la impotencia dentro un marco mediatizado?. A primera vista, el repudio y la indignación. Luego, la conmoción. Pero la conmoción no es perpetua, como afirma Sontag; ésta puede volverse cotidiana y luego desaparecer.
En medio -y a través de los medios- de la sobre exposición de imágenes sufrientes; también puede desaparecer nuestra capacidad de pensar en lo que implica mirar dichas imágenes, en las causas que provocaron los hechos devenidos en foto y por supuesto, en las consecuencias que devendrán post-imagen.
Por ahora, estamos lejos del momento reflexivo. Todo nos indica estar sumidos en el sentimentalismo, que como también afirma Sontag, es del todo compatible con la afición por la brutalidad. Estamos sumidos entre la simpatía por el Otro -la víctima- y la antipatía por el Otro Otro -el victimario-. Y “siempre que sentimos simpatía [o su opuesto, agrego yo], sentimos que no somos cómplices de las causas del sufrimiento. Nuestra simpatía proclama nuestra inocencia, así como nuestra ineficacia” (Sontag).
Pero no mintamos. Ante el dolor de los demás, también existe otra manera de afrontarlo: la compasión. Y ésta automáticamente hace desaparecer del campo simbólico (borra la imagen, dicho en criollo) al cuerpo inerte y sus dolientes. La compasión entonces, es también una manera de esquivar nuestra responsabilidad en el sufrimiento (del que somos co-causantes), de proclamar nuestra inocencia; pero sobre todo, desvela nuestra ineficacia para evitar dicho dolor y para operar estrategias que impidan los hechos (ésos u otros posibles), que lo repitan o peor, lo eternicen.
En necesario ahora que damos inicio al mes de flores, el abandono del tono sentimentalista y el comienzo de la reflexión. De lo contrario, cotidianizaremos la violencia, la muerte, el dolor, la crueldad; y por sobre todo la indiferencia y el odio que éstos traen consigo.
En la búsqueda de una sociedad mejor, más justa, más equitativa, con mejores sistemas de participación ciudadana, de perfeccionamiento de los instrumentos democráticos (que no siempre son tan democráticos y que hay que trabajarlos diariamente); las salidas rápidas y efectistas son tan sólo abono para la confrontación y la transformación del debate social, en un campo de batalla (real y simbólico).
Construir una sociedad mejor, (lamentablemente para algunos) toma su tiempo e implica reflexión. Virginia Woolf tardó tres años en responder la carta que su amigo le envió a propósito de las fotos de la guerra que le adjuntaba (la respuesta es su libro Tres Guineas). Tres años, sí muchos... Pero por las prisas, aún Europa es víctima de la guerra.

PD: De no tomarnos el tiempo para reflexionar (y por ende para respetar-nos y pensar en cómo pensamos las imágenes que construimos y nos construyen), terminaremos rodeados de frases como estas: “Gracias a ti y a tu familia por el sacrificio” (colocada en el memorial del joven Pernalete en Altamira), o “Debemos buscar otras formas creativas de propuestas. No podemos seguir sacrificando jóvenes” (un posteo de FB).
Aclaratoria: ex-profeso, este artículo no lleva ninguna fotografía.

 
 
 

2 comentarios:

  1. Interesante discurso y punto de vista. Creo que el individualismo sobrepasa cualquier propuesta, y su maxima expresion el exibicionismo.Mientras no se reconozca al otro no habra cambio. siembra de odio es lo que hay en esta Venezuela nuestra...MUY DOLOROSO

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  2. Gracias por tu aporte Marlene. Este es un espacio, para superar el individualismo; y trabajar por la reflexión crítica y colectiva. Saludos.

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