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domingo, 21 de mayo de 2017

De lo simbólico a lo literal: la muerte del sujeto.

1.-Sobre la violencia simbólica.

Los sistemas simbólicos tienen la capacidad de violentar al Otro e incluso, generar confrontaciones a gran escala. Las palabras, las imágenes, todo sistema que representa a un objeto o sujeto, a través de su sustitución, bien puede servir para otros fines, más allá de la acción de nombrarlo en ausencia.

Por eso las luchas de grupos como las feministas, que reclaman las formas de visibilización de cierto arquetipo femenino; o los innumerables juicios contra Benetton, quien en nombre de la diversidad (pues su marca es la multiplicidad de colores), subyuga y convierte en razas exóticas publicitarias, a gran parte de los habitantes del planeta (dando por sentado, que sólo los WASP, merecen escapar de tal objetivación).

Hoy, los sujetos somos ya conscientes de que la violencia simbólica es la marginalización del Otro -que bien puedo ser Yo- hasta el punto de hacerlo invisible, y por ende inexistente. Ejemplos hay muchos: desde la estrella de David como símbolo de la precarización de la ciudadanía: los judíos (también los gitanos, por cierto) como una “raza” inferior, que por ende no estaba sujeta a los derechos de la Humanidad; hasta las grandes vallas publicitarias de Estambul, estratégicamente colocadas frente a las iglesias católicas, y que disimulan en un estado que se dice laico, el silencio que se aplica sobre aquellos que no son musulmanes.

Cuando con la violencia simbólica desaparecemos a quien no nos gusta o incomoda (siempre poder de por medio); estamos en el preámbulo de su efectiva erradicación física. No nos referimos sólo al exterminio premeditado como en las guerras que aún se libran. Nos referimos al exterminio de nuestra condición de sujetos de derecho, con conciencia plena del ejercicio de la diferencia. Y el disenso. En una sociedad donde  el “Te veo, luego existes” es la norma, la no presencia o la distorsión de la misma; es la aniquilación del sujeto. Y si no existo, no tengo derecho alguno. Comenzando por el derecho mismo de reclamar mi existencia.

Por esto, cuando un medio de comunicación, partido político, ONG, o cualquier otro actor social que se dice representante de esos derechos, suprime a voluntad la existencia del Otro; no está más que violentando los derechos que dice defender. Y acá es importante acotar, que los derechos no se representan, se ejercen.

Tan nefastas como la violencia física, son la defenestración, la invisibilización total o parcial, la no representación justa, la anulación, la evasión del conflicto y las narrativas del espectáculo. Lamentablemente, todas estas expresiones son las que pululan hoy, no sólo por las RRSS; sino que se han convertido en la práctica regular de los medios de comunicación privados y oficiales.

Es urgente el cese de la violencia simbólica. Ya Truffaut nos advirtió que a 451° F se que queman los libros, y con ellos, la libertad de imaginación y pensamiento. Hoy ya sabemos, que en 1080p ó 140 caracteres, se asesinan sujetos y ciudadanos.

2.- El fin del símbolo: la muerte (literal) del sujeto.

Sin embargo, en pocos días, como un movimiento desesperado (y quizá algo esquizofrénico), hemos asistido con asombro freudiano, a la muerte del símbolo, de la metáfora. Incluso aquellos que nos invisibilizaban. Un “Adiós al lenguaje” tajante. Lenguaje(s) que nos hace(n) humanos, -quizá demasiado- pensantes y que evita(n) -en algunos casos- la muerte como cotidianidad.

El lenguaje -como dijimos, es uno de los procesos con los sustituimos cierta acción o sujeto concretos, por su representación. Es la presencia de una ausencia; y bien puede funcionar para los exorcismos del alma. Quemamos figuras como metáforas de Judas; exorcizando nuestros demonios y sublimando el deseo de quemar al ser real. Mismo efecto en la comunión cristiana: el vino y el pan, como la sangre y el cuerpo de Cristo. Gracias a estas formas, construimos sistemas que nos permiten, no sólo la generación de abstracciones como el pensamiento y el tiempo; sino el abandono de lo literal y la inmediatez. Porque lo literal, la cosa en sí misma, no tiene tiempo: sin pasado ni futuro. Sólo presencia, presente. El ahora permanente, YA!; que agota no sólo mentalmente, sino también nuestro aspecto físico (los neurólogos y demás, explicarán mejor este fenómeno).

Y aún a sabiendas de esto, pues es una práctica común en nuestro día a día, amanecemos convocados a una marcha de puputov. Neologismo criollo para designar una molotv hecha de mierda (SIC). De nuestra propia mierda. Adiós a los siglos de progreso que nos llevaron a ocultar tanto el hecho de cagar, como a la mierda en sí misma. Un hecho que se consideró un avance hacia eso que llamamos ser humano y social.

Pero lo literal no está solo en las puputov. Por siglos, los aparejos de represión también tenían un funcionamiento simbólico. Desde las rejas y muros (hoy tan de moda), hasta las ballenas y tanquetas de los policías; su sola presencia ya indicaban que unx estaba cerca de algo prohibido (que la prohibición sea legal o no, es otra cuestión. Como símbolo, funciona). Pero cuando la ballena o tanqueta arremete con sus toneladas de peso, sobre los cuerpos de sujetos que si acaso llegan a los 100 kilos; también hemos entrado en el terreno de lo literal.

¿Y que queda luego de lo literal? Nada. Ya no habrá metáfora que satisfaga nuestro deseo inmediato. Como el infante: debe tragar y tragar más mierda, buscando sólo la satisfacción del ahora. Sin tiempo, sin sistema simbólico, sin puente con el Otro; porque el Otro NO existe. Soy yo y mi violencia onanista sin sublimación.

No es casual entonces, que las consignas remitan siempre al YA, al presente eterno de la satisfacción en la destrucción del Otro. No hay discurso o símbolo alguno, que remita a un futuro, que plantee un plan posterior a la mierda o a las lacrimógenas. Tan sólo un país siempre en gerundio: luchando, resistiendo, combatiendo, bailando, etc...

No hay nada peor que la literalidad. Porque después de ella sólo queda Saló y si acaso, 120 días. Hoy llevamos 50.



Al decirle adiós al lenguaje, definitivamente le hemos dado muerte al sujeto. Y de manera literal.

PD 1: algunas recomendaciones para entender desde la literatura la realidad que vivimos: La larga Marcha (Stephen King); Ante el dolor de los demás (Susan Sontag), Ensayo sobre la ceguera y Ensayo sobre la lucidez (Saramago), Los desalmados (Daniel Lapazano).
En el caso del cine, véase Saló o los 120 días de Sodoma (Passolini, a quien no casualmente lo asesinaron pasándole al menos tres veces, un auto sobre su cuerpo), Adiós al lenguaje (Godard), Farenheit 451 (Truffaut), La cinta blanca (Michael Haneke).

PD 2: De nuevo no hemos colocado fotografías de los eventos relatados por decisión propia (con excepción de la que consideramos habla de nuestro futuro). En este caso, para evitar caer en el juego de la no representación justa. No se trata de invisiblizar. Se trata evitar la violencia simbólica y la literalidad (paradójicamente presentes en una misma imagen-situación)

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