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lunes, 5 de junio de 2017

Si el que paga piensa, quién nos paga, quién nos piensa.

Si el que paga piensa, quién nos paga, quién nos piensa.
A propósito de los medios, los mediadores y los discursos.

I.- ¿Quién es el patrón?: ¿cuestión de propiedad o de discurso?
Creemos que debe haber medios de todo tipo: públicos, privados, mixtos, comunitarios, “independientes” (un a priori imposible, pero se hace el “como si”), etc. Pero nos preguntamos: la capacidad de visibilizar, de cierto acceso a la objetividad y a la información veraz, o a la cultura (y no al entretenimiento denigrante, que lamentablemente existe), ¿están más supeditados al propietario o al discurso que se emplea para comunicar?
La última revisión que hemos hecho tanto a medios nacionales como internacionales, nos confirman una vez más, que el problema es discursivo. Constatamos cómo en el caso informativo, todas la cadenas, sean públicas o privadas, se pliegan sin temor y hasta con regocijo, a los estándares del doble rasero, a los discursos clásicos colonizadores (incluso desde el propio colonizado), y siempre bajo égida de la división social: hay ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. No importa a quién ponga a usted en el top list, la descalificación es la misma.
Igual pasa con la “televisión de entretenimiento”, que adopta las formas burdas de la narrativa que parten de asumir al espectador como “alguien que mira”, y que por ende no piensa. Clisés, chistes fáciles, todo transparencia. Y claro, con la sempiterna declaración: “Eso es lo que al público le gusta” (el rating como excusa, para culparnos a nosotros de su nula creatividad).
Si los informativos están al servicio de una sola verdad, que hacen inobjetable en nombre de unos ciudadanos que secuestran la ciudadanía de otros; los canales de entretenimiento están al servicio del escape fácil: “evada, olvide y no piense. Sobre todo, por favor no piense”. Al final, en ambos recae la misma lógica: la de la exposición. Las cámaras están ahí, para que el oportunista de turno se muestre, se exhiba. Después de todo, se sabe que los programas no son más que el relleno de la publicidad, sea ésta privada o propagandística. La libertad de expresión y creatividad, es sólo el libertinaje de la compra-venta.

II.- El doble rasero: lo extraordinario como práctica habitual.
Sin embargo, el problema no es sólo el medio, también lo es el mediador. Y acá entra en discusión el doble rasero presente tanto en los medios en sí, como en quienes los juzgan.
Creo que nadie puede negar, la indignación que nos produce este mundo en que vivimos: guerras justificadas en ideales vacíos y puestos al servicio del interés de turno; la cotidianización de la muerte como espectáculo; la precarización del sujeto; y un sentimiento generalizado de “pérdida de valores” (que pasa primero por asumir -una discusión pendiente- qué valores teníamos y cómo los perdimos luego). Pero indigna más, el cómo hablamos de este mundo a través del medio; es decir, bajo qué parámetros de legitimitad se enuncia el mediador [1].
En los tiempos de las “ideologías duras” (la Modernidad con todo su peso), dos criterios válidos eran la propiedad y el gentilicio -y se presuponía que ambos, sustentaban la tendencia político-ideológica-. Pero ahora, en fechas líquidas como diría Bauman, ya no importa si el medio informativo es público o privado; nacional o transnacional, monopólico u oligopólico, de izquierda o derecha, de arriba o abajo. Todos, sin exclusión, practican el doble rasero; tanto como los comunicadores “independientes” de las RRSS, quienes la ejercen hasta con orgullo. Una práctica que huelga decir, hemos bautizado con el eufemismo (sí, hasta yo) de “línea editorial”. Vaya pleonasmo.
En Berlín o Niza hay víctimas de atentados y se conmemoran minutos de silencio y los colores Benetton pueblan los cielos. En Kabul o Paquistán, aparece una gente muerta y es otro titular de relleno, sólo para telón de fondo de la foto de los mandatarios en Bruselas. En Brasilia o Buenaventura, las fuerzas militares atentan contra los pobladores; por otros lares, los agentes del orden preservan la paz. En algunos países, la sociedad civil reclama sus derechos secuestrados por el poder; en otros, los terroristas sitian las calles en busca de ese mismo poder. Hay huelgas válidas, justas reivindicaciones; mientras otras son manifestaciones de sabotaje al gobierno, un atentado contra el derecho laboral universal. Lo insólito del doble rasero en los medios, y como veremos, también en las expresiones individuales de las RRSS; es que colidan, como paisaje de tren a gran velocidad, uno junto al otro sin entrar en contradicción.

Esquizofrenia o bipolaridad, si tomamos como ejemplos algunos post de FaceBook (pero la psiquiatría también se le puede aplicar a las instituciones, como ya bien demostró Foucault [2]). Fíjese: una dama condena la violencia de género, mientras celebra detenciones arbitrarias en un lejano y desconocido país (¿le suena Eritrea?). Un militante anticolonizador (lector fanático de Fanon [3]), celebra la intervención de Rusia en Siria o en Crimea. Un acérrimo defensor de las libertades sexuales, llama maricones a los policías (y si puede, los manda a trabajar en Cultura). Una madre católica, apostólica y romana, venera como sacrificio la muerte de jóvenes en las calles, y hasta lo agradece (esto ni tan contradictorio es, porque está encarnando la figura mariana, pero vaya!). Los defensores de los afrodescendientes, llaman “negrx” a cualquier morenitx que piense diferente. El neoliberal que vendió Grecia al Deutsche Bank, se indigna con éste, por el oro venezolano. Y los anti FMI, aplauden la venta de territorios al Imperio Chino. Los verdes son más: Bayer compra a Mosanto, pero usted adora al Chicharito. ¡Viva México, cabrones!
Pero el rasero más maleable, propenso al missreading [4] y jartamente manoseado, es la eterna consigna en la que coinciden todxs, de que la única forma para llegar a la paz es la violencia en cualquiera de sus expresiones: literal, simbólica, física, psicológica, emocional, endorfínica, etc. Todxs son pacifistas a priori, olvidando que la paz es un concepto vago -y muy reciente- que se da por sentado y legítimo, sin tener una significación precisa. Aclaro: no estoy a favor de la violencia. El problema es justamente ése: que se asume que lo contrario a la paz es la violencia, cuando hay ejemplos en nuestro largo transitar por este planeta, de que no son antónimos literales. Pero esa discusión, será para otro artículo.
En el caso de los medios, uno puede decir que el que paga, piensa. Fácil: el dueño de los cobres, ordena la línea editorial. Necesario es preguntarnos a nuestro interior, cada vez que nos presentamos como mediadores en las RRSS (o en cualquier otro lugar expresivo personal, incluyéndome), quién nos paga para que pensemos así. Cuáles son esos cobres (obviamente no son dólares ni euros, no es material) y quién nos los abonó (aparte de los eternos culpables: tradición, familia y sociedad). Porque estamos cobrando intereses y también pagándolos.

III.- La mirada al revés.
Galenano casi tiene la razón. No se trata del mundo al revés; sino de nuestra interpretación sobre él. Una mirada acomodaticia, complaciente en muchos casos. Un mundo donde lo extraordinario (aceptar la domesticación de la mirada, siempre que ésta se pose sobre el otro) se ha vuelto cotidiano [5].
El doble rasero, hay que decirlo ya, es amoral. Porque detrás de su discurso están las complacencias al poder que compra y vende, a la ideología que subyuga; la categorización de derechos y ciudadanos en primera, segunda y hasta nula clase (¿piensa usted en un turco-chipriota como ciudadano, le suena un kurdo o un kosovar?); y la ceguera (premeditada o inconsciente) que alimenta la aniquilación del sujeto (dejando sólo la compasión como sentimiento, con las consecuencias que Zwieg ya nos relató tan bien [6]).



Llamamos a una verdadera revolución: la huelga mediática contra el patrón de turno, un apagón. Un poco demasiado de silencio necesario. Incluso yo, si he de renunciar a estas líneas.

Notas:
[
1] Un buen concepto de legitimidad, aplicado al tema que nos ocupa, puede ser revisado en la obra de Lyotard.
[2] Véase del autor francés, textos como Historia de la sexualidad, Historia de la locura, y Vigilar y castigar, entre otros.
[3] Consulte Los condenados de la tierra.
[4] Sobre el problema del missreading en literatura pueden consultarse los textos tanto Harold Bloom, como de Nortrop Frye.
[5] Un texto que recomiendo ampliamente, sobre le problema de las representaciones colonizador/colonizado (mirada domesticada/mirada domesticadora) es Multiculturalismo, cine y medios de comunicación: crítica del pensamiento eurocéntrico de Ella SOHAT y Robert STAM, (2002)., Barcelona: Paidós.
[6] La compasión y sus pecados y consecuencias, son el tema central de su novela La impaciencia del corazón.