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La autonomía del comer. Sobre Candy Bar.

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Caracas (in)transitable. Crónicas de una ciudad.

Caracas (in)transitable. Crónicas de una ciudad. 
El motorizado accidentado.
Patricia Kaiser
Agosto/2016.


Los médicos dicen que está algo mal. No muy mal, pero algo. Al parecer se fracturó la pierna derecha, y tiene el brazo bastante mallugado. El golpe en la cabeza no pasa de una contusión. Él, que nunca se pone el casco, ese día lo cargaba de vaina. Era porque creía que iba a llover y no se quería mojar la cabeza.
La moto si que está jodida. Bueno, no es que lo esté tanto; pero con la carestía de repuestos, le va a ser difícil repararla a corto plazo. Pero eso qué importa. Igual no puede manejar por al menos un par de meses. Y eso depende de lo que pase después de la fisioterapia. Jodido para siempre sí que quedó el celular. Uno de esos inteligentes, que como todo inteligente, apenas le dan un empujón, se jode pa toda la vida.
Su mujer y su chamo pequeño -tendrá como unos cinco años- están en la sala de espera. No hay espacio suficiente en la sala común de emergencias, para andar teniendo visitas. Y el médico pasa cada golpe de obispo. Fue la enfermera quien les dijo lo de la fractura y demás golpes.
La mujer no entiende bien lo que pasó. O mejor dicho, no entiende nada. La policía anda pregunta que pregunta que pregunta. Pero ella no estaba en el lugar de los hechos. Así que es poco lo que puede decir. Y se le salió la burrada del casco, que casi nunca lo usa.  Le piden los papeles del seguro de la moto, pero ella ni idea. Y el accidentado no los carga encima. Ya por ahí, le sale multa.
De pronto llega un médico forense. La mujer se pone toda nerviosa, pero le explican que es rutinario en los accidentes de tránsito. El puto tránsito. Al fin aparece el médico, que igual hizo esperar a la policía y al forense como unas tres horas. Le dice a su colega perito que casi todas las heridas, son las clásicas de una caída en moto, una caída en moto que iba en movimiento. Casi casi normales, y con movimiento.
La mujer se asusta. Casi, casi, casi…
Es raro, se cayó del lado derecho. Por eso la fractura es en esa pierna, e igual el brazo contusionado, y demás raspaduras y desgarros de la ropa. Pero la franela tiene una marca extraña del lado izquierdo. Muy rara. Es una huella de zapato, una huella que también dejó rastros sobre la piel del paciente. Bueno, eso cree el médico general, quien espera con ansias empezar el postgrado, para dejar el hospital de mierda este.
- Usté sabrá mejor que yo, le espeta al que sí tiene postgrado y es perito.
Le entrega todas las pertenencias del motorizado a los policías, quienes han supervisado su colocación en bolsas identificadas y con los respectivos precintos.
La mujer pregunta por el casi, casi; pero es abandonada por el doctor, el perito y los policías. El niño empieza a quejarse del lugar y pide sus juguetes y el irse a casa.
- Es lo mejor, replica la enfermera. Pasará un buen rato hasta que le pongan el yeso. Además, los policías todavía deben interrogarlo, y sin eso, no le podemos dar el alta. Vaya y cómase un chachito.
En su pequeño laboratorio, más bien una pequeña sala con mala iluminación y una par de escritorios mugrientos; anda el perito. Lleva las bolsas identificadas a un mesón grande, donde lupas y otros objetos de carácter científico, le ayudan en su tarea. Un par de colegas, andan también escrutando unas bolsas de otro accidente. Uno en que sí hubo muerto. En otro lugar del edificio, deben andar los mecánicos, revisando la moto.
Saca primero las radiografías y demás informes médicos. Nada fuera de lo normal. Lo clásico de un motorizado que al suelo fue a dar. Lo ve a diario.
Pasa luego con parsimonia y bastante ladilla (porque le tocó el motorizado y no el muerto) a las ropas y en especial, a la casi casi camisa sospechosa.
Casi toda la ropa concuerda efectivamente con la caída del lado derecho. Tienen rastros de asfalto de ese lado, lo que confirma que rodó por el pavimento. Y que también confirma que estaba en movimiento. Hubo derrape. Pero la camisa sí que entraña un misterio. Un pequeño y diminuto misterio que emociona al forense, al ver que su rutinario accidente, podría convertirse en algo más.
Como le dijo el pichón el médico, del lado izquierdo de la camisa, que en realidad es un franela Ovejita azul con el logo de la empresa donde el susodicho motorizado es mensajero; tiene un huella de zapato a la altura de las costillas. Muy cerca de la cintura.
El forense toma su lupa, nada que ver con las de CSI que su mujer ve todas las tardes emocionada y orgullosa del trabajo de su marido;  y observa con detenimiento. En una huella de zapato deportivo. Pie izquierdo. Toma luego la regla y mide. Unos 38.9 centímetros. Debe ser talla 40, anota el perito en su hoja de informe. Por la huella, detecta que son unos Nike, pero nada sobre el modelo, y por ende, ni si son de hombre o de mujer. Mierda, es que esas vainas son casi todas unisex. Y no puede evitar recordar el comentario de su compañero inspector, recién graduado de la Unes, quien le dice que usa perfume unisex… ¡Maricón!
Como ni soñar con una base de datos de zapatos, tan solo anota la marca del mismo y el número de calzado. Más abajo, se toma la libertad de acotar algo personal: debe ser de un hombre.
¿De un hombre?. Sí. Primero porque si alguien tiene fuerza para patear a un motorizado es hombre. Y segundo, porque si fuera mujer, debería medir como mínimo 1.70 para tener esa pata.
Ahora bien, ¿lo patearon antes o después del accidente?. Le informa al investigador del caso, quien pasa a revisar antecedentes de violencia doméstica en el motorizado accidentado.
- Hay que hablar con la mujer. Y hacerle también forense, porque esas nunca dicen nada por miedo a otra coñaza. Aunque la mujer es más bien bajita. O promedio, mejor; así no se anda ofendiendo a nadie. Con estas nuevas leyes, ya uno no sabe qué pueden catalogar de maltrato policial.
Ya son las ocho de la noche. Y la mujer ha regresado hace rato a la sala de espera. El niño anda jodiendo por los pasillos, más allá de los vanos intentos de la enfermera de controlarlo. Olvídalo, hay mucha gente.
Ve entrar a los policía y se emociona. Cree que al fin los van a dejar ir. Su marido ya tiene el yeso, los récipes y demás.
- Señora, disculpe la pregunta. ¿Su marido la golpea, hay violencia en su hogar….?
Perpleja la pobre, no entiende ni pío. Pero activa las alarmas y de su boca sale la retaíla de siempre: mi marido en un buen hombre, trabajador, padre responsable… Bebe un poquito los fines de semana con los amigos del barrio, pero usté sabe, lo normal, para relajarse del trabajo.  Y violento nunca. Es algo estricto con el niño, lo regaña cuando se pone flojo con las tareas; pero en su vida le ha levantado la mano. Bueno, levantado sí, pero nunca le ha pegado. Ni a mí tampoco. Nunca.
El inspector baja la mirada y observa sus zapatos. ¿Cuánto calza?. -¿Cómo?.... 36. ¿Y eso qué importa? - Y su marido, cuánto calza. - No sé, 42 creo. -¿Tienen deportivos Nike en su casa? -Qué…. -Deportivos Nike. -Bueno, deportivos Nike Nike no. Unas imitaciones chinas sí que tenemos. Dicen Nike, pero yo sé que Nike Nike no son. Dicen Made in China. Y por lo que nos costaron en el buhonero de Petare, no creo que sean Nike Nike. -¿Son suyos o de su marido? -De mi marido, para la moto. No puede andar en moto con los zapatos de domingo. Se le joderían.. Ay disculpe! ¿Será que ya nos podremos ir?, es que el niño está cansado, y mañana tiene escuela, y no ha hecho la tarea, ni ha cenado… Y vamos a tardar como 3 horas en llegar a casa. Imagine, ahora sin la moto. Y nosotros somos pobres, no tenemos para un taxi.
- Pero, ¿no anda por ahí alguno de los compañeros de su marido? -Bueno sí, Julián. Y por allá afuera están un par más de colegas que se detuvieron a ayudarlo con la caída. Usté sabe que los motorizados son muy solidarios entre ellos.
- Pues vamos a interrogarlos, le dice el investigador a uno de los policías. Alguien debió ver algo. O de seguro, fue uno de esos panas, que cuando lo fue a recoger, lo pisó sin querer… -O queriendo, espeta el policía con más tiempo, ya fastidiado con tanto lío por un motorizado jodido. Otro más para la cuenta diaria.
- Señor Julián, se le acerca el viejo policía, luego de que la mujer lo señalara, venga. Su identificación. Y llame a sus otros compañeros de oficio, que tenemos que hablar con ustedes.
Se arma un pequeño grupo en una de las esquinas de la sala de espera, ante la indignación (hay que agregar la arrechera) de la enfermera y el médico aprendiz, quienes ya quieren cerrar el caso, para irse a ver Buscando el norte, serie y paraíso televisivo con el que todo subdesarrollado proletario sueña.
- Tenías Ricardito que decir lo del pequeño moretón de un zapato del lado izquierdo. Una pendejera. Seguro fue un pisotón de esos que le dan a cualquiera en una multitud. A tu edad, cuando me iba de fiesta, siempre volvía a casa con algo así. O ve tú a saber si fue de una “tarde agitada” con la chica de la fotocopiadora. Estos jóvenes con ganas de sobresalir. Como si con eso, te fueras a saltar tu pasantía por estos lares, e ir derechito al postgrado de traumatología. ¡Huevón!
- Oiga, mire señor inspector, dice Julián, Julián Camacho para más señas; nosotros andábamos por la ruta y vimos al amigo caído. Como le digo, andábamos por ahí,  deteniéndonos porque el semáforo estaba en rojo. Y usté sabe que nosotros nos detenemos en rojo. Eso es ley. Lo dice el reglamento. Nosotros nos paramos, y vimos a los peatones, dignos ciudadanos como nosotros; pasar por la cebra. Que para eso está marcada y nosotros respetamos la ley. Desde que estamos asociados, respetamos la ley. No le niego que haya una oveja negra en el rebaño del señor, pero qué va. Nosotros estábamos en la cebra. Esperando el verde. Como en la canción. ¿La recuerda? Yo se la canto a mis hijos, para que desde chiquitos aprendan.
- ¿Estaban en la cebra?. Sea más específico, ¿estaban detrás del rayado peatonal, o sobre el rayado peatonal?. Porque tanto tránsito, como el informe del perito nos dicen que hubo derrape.
- ¿Derreape? Oiga. Digo, mire. Pues estábamos ahí, en la cebra. Y detenidos. Sí, detenidos.
- Yo recuerdo a los peatones caminando sin problema en su verde. Ahora le toca al turno al mayor de la partida. - Pedro José Augusto, para servirle. Jefe de la línea “Los motorizados del Hambre”. Yo recuerdo un carrito medio atravesado y por eso no pude ver bien. Pero como le dijo mi compañero Camacho, ahí todo el mundo estaba ley.
- Pues no estaban, porque hubo derrape. Pero digan, ¿cuánto calzan?, ¿tienen zapatos Nike?
- Oiga, ¿eso no es una pregunta personal? A mí eso de cuánto calzo, no me lo preguntan ni las jevitas del barrio. Ellas ya con mirar, tienen bien medida la cosa.
- Esto serio señores. Talla y modelo de zapato.
- Yo soy 42 y tengo estos NB. -Y yo soy el orgullo del 45. Orgullo que viene envuelto, en estas botas Puma. Para que vean no sólo el tamaño, sino la fiereza. Y claro, para que no se me mojen las patas. Porque hoy prometía lover.  Gracias a mi diosito que el clima nos trató bien.
- Pues nos vamos todos a la comisaría, porque hubo derrape, hay un zapato perdido, y ustedes en ley, no andan.
Mientras en el hospital todo era un revuelto de zapatos, huellas de suelas deportivas, y comparaciones de hombría en calzado, amén de la cebra, el derrape y la ley; ella en su casa limpiaba con parsimonia sus tenis. Son de esos para correr. O al menos eso dice la caja. Son Made in China, porque ahora todos los Nike, hacen maquila por aquellos lares.
Una vez terminada la faena de sacarle el barro a las suelas y limpiar el resto del zapato, donde cada día se ve menos el sello distintivo de los campeones deportivos; se tumbó en el sofá a ver tv. Esa noche daban Buscando el norte. Una serie muy divertida, donde los del sur, que viven coleados en tierras teutonas, se burlan de los germanos por ser tan estrictos en todo. Incluyendo las normas de tránsito.
Y esa mañana pudo más el águila prusiana cuando vio al motorizado muy orondo, posar su moto sobre el rayado peatonal, con toda la intención de seguir en estampida. Encantado de la vida, atravesado en su camino, chateando con su celu inteligente.
No pudo contenerse, y aprovechó que de alemana tiene la pata, para quitarlo de su tránsito legal.
Al día siguiente, mientras caminaba rumbo a su rutina matutina de ejercicios; oyó de pasada comentar a sus vecinas el accidente del motorizado. -Al parecer no tiene nada grave. Igual ya lo veremos dentro de un par de meses, jodiendo por ahí por otra vez.
Mientras, ya en su casa, el motorizado anónimo guardaba lo más profundo de su memoria, la imagen de esa mujer que lo llevó al suelo. ¡A mí nadie me va a decir maricón, por ser tumbado con todo y moto, por una jeva con 40 de pata! Motorizado del hambre sí, pero guevón nunca. Con una sonrisa en su rostro, miró con profundo amor, los diminutos pies de su mujer.
- Cuando vuelva a la chamba, debo fijarme en los tacos de Lupita, suspiró.

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