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La autonomía del comer. Sobre Candy Bar.

La autonomía del comer. Sobre Candy Bar , el más reciente documental de Alejandra Szeplaki.  Candy Bar , Alejandra Szeplaki, 2018 ...

domingo, 9 de octubre de 2016

Apuntes sobre el documental iberoamericano.


Apuntes sobre el documental iberoamericano.
(Primer apunte) La metáfora del viaje.
Patricia Kaiser.

En algunas ocasiones se emprenden viajes para conocer tierras y parajes ajenos. En otros casos, se toman las maletas para abandonar, o instalarse en el abandono. Y en algunos casos más, se viaja para recordar, para retornar a uno mismo, o evocar la memoria de los otros. Pero lo cierto es que todo viaje comprende tanto el conocer, como el desconocerse; tanto una partida, como un retorno.
Por eso es que el viaje siempre ha sido fundamental en la articulación de la memoria y de la narración; bien sea la narración de uno mismo, o la narración de seres ajenos (reales o ficcionados, incluyendo la ficción que de uno mismo puede hacerse, como lo es la biografía). Y así, desde la primera frase de cualquier cuento oral como “Érase una vez....”, emprendemos una línea de fuga hacia adelante, hacia atrás, o incluso hacia abajo. Un viaje vertical.
De viajes y de búsquedas, tratan tres de los más interesantes documentales (para quien este viaje escribe) que formaron parte de la preselección de los Premios Fénix de este año. Tomaremos un par de trenes en búsqueda un pasado que siempre ha estado presente; para luego abordar un barco, tan sólo para encontrar una historia de amor y su imposibilidad.




I.-
“Cuando viajas con alguien... siempre tiendes a mirar lo que te rodea con extrañeza mientras que, cuando viajas solo, el extraño siempre eres tú”.
Enrique Vila-Matas.

Treblinka, Sérgio Tréfaut. Portugal, 2016.
Vamos rumbo al Este, ese temido Este que tiene como punto de origen, el muro que separó al territorio alemán. Es un viaje lento, pausado, que pareciera no tener fin, aunque su fin está ya encerrado en sus vagones. Vamos hacia Treblinka. Una Treblinka que pareciera quedar, incluso más allá de los Cárpatos, mucho más allá. Porque es un viaje hacia la muerte. Un viaje lento, pausado, con un definitivo final.
Es un tren habitado por fantasmas. Seres desnudos, porque para morir no hacen falta las ropas. Ni tampoco hacen falta éstas, en el más allá de la frontera del horror. A través de las empañadas ventanas del vagón, porque es un viaje de invierno, sólo vemos estaciones vacías, quizá con algún paseante que desconoce la carga que dicho tren porta en su interior.
Pero ahí, junto a los fantasmas, se encuentra una elegante mujer. Una que regresó del horror y ahora emprende el retorno, para recordar y reconocerse en sus compañeros de ruta. Y junto a ella, viaja una voz, la voz de otro ser que sobrevivió a los viajes: al de ida y al de regreso. Ella es Marceline Loridan-Ivens, la viuda de Jori Ivens, quien sobrevivió a los trabajos forzados en Birkenau. Él en cambio, es uno de esos pocos que nos sólo lograron sobrevivir en Treblinka; sino que además, se fugaron en una acción sin precedentes en los campos de concentración polacos. Su nombre es Chil Rajchman, quien recogió su dolor y tormento, en el libro Treblinka: a survivor’s memory (Je suis le dernier juif, en francés). A estos testimonios, el director de origen brasileño, sumó las confesiones de Frank Stangl -el jefe a cargo de Treblinka- recopiladas en forma de entrevistas por Gitte Sereny en Into That Darkness.
Para evitar “el turismo del holocausto”, que infesta los trenes que desde el Oeste parten hacia Polonia, y para evitar caer en la banalización de las imágenes del horror (una banalización que muy explica Susan Sontag en Ante el dolor de los demás), Tréfaut opta por el ensayo-autobiográfico como forma para narrar la historia de millones de judíos (pero no sólo ellos), que fueron exterminados por un poder ciego, pero sobre todo, temeroso del otro. Para el director “la palabras pueden ser más fuertes que las imágenes”.
Por esta razón, Tréfaut opta por una imagen cerrada sobre sí misma: el interior del tren, donde habitan cuerpos desnudos (sin identidad ni dignidad alguna, como sus viajeros de la época). Y a ellos, a ese espacio cerrado que es metáfora de las fosas comunes a dónde serían arrojados; les superpone una voz en off, que nos narra cómo sobrevivió ese hombre que pudo ser otro; y que de hecho, ahora lo es.
El tren se convierte entonces, en las páginas de un diario. Los cuerpos desnudos, en los miles de compatriotas que no sólo vio morir, sino que ayudó en su ejecución. Quizá por eso lo acompañan en este tránsito. Por llevar sus vidas a cuestas.
Uno de los momentos más duros de la confesión, y que el tono monocromático de la voz en off lo hace parecer un retahíla sin fin ni finalidad; es cuando el entonces prisionero, descubre que para sobrevivir, necesita de la llegada de otro tren y de otro y de otro, cargados de judíos que no pasaban más un día sin entrar en las cámaras de gas. Porque Chil, que bien pudo llamarse Hermann o Joseph; era uno de los prisioneros trabajadores del campo. La maquinaria nazi, utilizaba a los mismos judíos para la manutención del campo. Ellos eran barberos, seleccionaban las ropas utilizables, cargaban los cuerpos a las fosas comunes, y extraían los dientes de oro que enriquecían las arcas de la SS, la Gestapo y toda la maquinaria mortuoria. Así que para su subsistencia, necesitaba la llegada de los trenes. Y una tarde, no llegó tren alguno. Y Chil sabía que eso significaba, convertirse en un ser prescindible. En un muerto más. Por lo que, contra todos sus valores y solidaridades; suplicó por la llegada de un nuevo tren. Lamentablemente para muchos, sus deseos se cumplieron.
El tren hacia Treblinka es una metáfora del viaje que algunos emprendieron sin retorno; y que otros, han tomado de vuelta, para evitar el olvido y darse cuenta de que son seres extraños: extraños por sobrevivir, extraños por hacerlo a costa de sus compatriotas sin rostro, sin nombres (Treblinka es uno de esos campos que, dada la rapidez con la que se llevaban a cabo las ejecuciones -un prisionero no pasaba más de un día sin ser enviado a las cámaras de gas-; y del hecho de que en los trenes, ya la mitad de sus pasajeros, o bien habían muerto, o se habían suicidado al tener la certeza de su destino; ha sido muy difícil no digamos identificar los nombres de sus víctimas, sino incluso contabilizarlas).
Pero por sobre todas las cosas, Treblinka se constituye en un relato biográfico. Y juega con las licencias que toda biografía digna de ese nombre, tiene a su disposición: el yo que escribe, no es el mismo que es escrito (piense en Kafka y en K.); los hechos que se relatan, no son los que de verdad nos ocurrieron, sino la forma en los recordamos (recuerde a Walser); y el sujeto narrado, no es único, sino polivalente (¿cómo hemos de nombrar a Pessoa?).
Treblinka entonces, no es un lugar, no es el relato de algún sobreviviente. Es un viaje en tren lento, pausado, donde la extrañeza no está en lo que el velo invernal nos deja ver o nos oculta; sino en nosotros, esos seres desnudos, que lo habitamos y lo hacemos real, junto a sonido de lo rieles sobre la nieve.

II.-
“Lisboa, en cambio, tiene otro encanto, el de la precariedad, pues nunca se sabe si llega uno al fin de un viaje o al punto de partida”.
Enrique Vila-Matas.

El tren de la línea norte, Marcelo Martín, Cuba, 2014.
Marcelo en un joven que decide retornar a la provincia de su infancia, Ciego de Ávila. Pero Marcelo también, es un joven cineasta. Así que decide transformar el retorno al territorio de sus años de inocencia, en un testimonio documental de la provincia de sus recuerdos, hoy en día. Para seguir la ruta de sus pasos perdidos, decide tomar el “Carro de Puertas”, un tren de un solo vagón que es el único medio de transporte entre varios poblados, y que hace la ruta desde los años 40 del pasado siglo, partiendo de Morón hasta la costanera ciudad de Punta Alegre.
Como a Proust, pero partiendo de algo más tangible y desolador que los aromas primaverales; a Marcelo lo detienen en Falla, la visión de su plaza, la biblioteca y la segura promesa de encontrarse con sus ya viejos, amigos y mentores. Y así efectivamente ocurre.
En las primeras de cambio, todo es alegría en nuestro biógrafo. Pero la alegría, ya sabemos, es breve. En Falla descubre el olvido, el abandono, la miseria y la sub-vivencia, de sus moradores. Porque en Falla, no parece que se habite; sino que se mora. Se deambula. La antigua bibliotecaria y maestra, que extraña los tiempos en que se dedicaba a abrirles las páginas de la imaginación a niños como Marcelo; el dueño de un cine abandonado, que pudo ser gloria y hoy es olvido. Y yendo un poco más allá de los márgenes de esa gran falla en el sistema socialista, las cuarterías y sus habitantes. Cientos de seres que bajo la promesa de la “autoconstrucción”, finalmente tuvieron que refugiarse en minúsculos habitáculos multifamiliares; hechos de cartón y lata. En comparación, los falansterios de La Habana son la realización absoluta de Charles Fourier.
Ahí, más allá de la falla, habitan seres marginales que sólo encuentran en la delincuencia el modo de hacerse con lo mínimo para la vida. Campesinos que ven sus reses perderse, en el robo casi lícito del que son víctimas, pues esas vacas alimentan a sus vecinos. Un pueblo cada vez más ausente, porque la pena por el robo de reses, es de hasta 17 años. Unos residentes con casa a medio construir, porque la nueva ley, impide que las cuarterías obtengan financiamiento, al colindar pared con pared, y no haber distingo en la propiedad.
Ciego de Ávila parece ser invisible. El Comité del PC de la provincia -que se negó a dar testimonio-, parece haber enfermado de Saramago. Poco importa el pasado glorioso del pueblo, que en la segunda década del siglo XX fue uno de los centrales azucareros más eficientes de Cuba: "El Adelaida". Y es casi una ironía, el cartel que recibe al viajero que abre las páginas de este Carro de Puertas: "Cuba es un país socialista de la América Latina insular, donde el Estado es el dueño mayoritario de los medios de producción con el objetivo de garantizar el bienestar de todos los ciudadanos".
Luego de esta pausa, porque Marcelo se contagió de la pausa permanente de los habitantes fallidos; poco importa seguir abriendo las puertas hacia Puerto Alegre. Ya dijimos que la alegría es breve, y nuestro biógrafo, ahora convertido en cronista; tiene poco ánimo y casi ninguna esperanza, de encontrar regocijo en la parada final de un tren con un único vagón, que lo dejará en las puertas del Caribe, mirando un horizonte precario.
Lo importante para nuestro cronista, y para nosotros sus lectores, es saber que Falla, Ciego de Ávila y Cuba toda; es como la Lisboa de Vila-Matas. Puede ser un viaje con un final: un final en un puerto alegre, alegre quizá porque es el término de todo. Pero también es, aunque precario, un punto de partida. Nuestro cronista, único vidente en un país cegado, nos lleva de la mano por este viaje que no distingue el punto de llegada del de partida; y que quizá como Lisboa, la otra Lisboa invidente, despierte un día para descubrir con sorpresa, que todos hemos vuelto a ver. Que ahora nos reconocemos, precarios sí, muy precarios, pero listos para tomar otro vagón y comenzar otra crónica.




III.-
“Viajar es sobre todo, un clima, un estar a solas, un estado discretísimo de melancolía y soledad”.
Enrique Vila-Matas.

El viento sabe que vuelvo a casa, José Luis Torres Leiva, Chile, 2016.
Cuenta una leyenda de los 80's del siglo pasado, que una joven pareja desapareció en Meulín, una isla al sur de Chile. El cineasta Ignacio Agüero, decide emprender años después, un viaje a esa región de Chiloé, para buscar información sobre la extraña desaparición -ya que los jóvenes no dejaron rastro alguno-, y llevar a cabo un proyecto de ficción. Por lo que también aprovecha el viaje, para hacer un casting con jóvenes de la localidad.
Lo primero que Agüero descubre, es que tan fácil para un extranjero el no pasar desapercibido; como para un local el desaparecer. Todos los que entrevista para su investigación, le contestan que no saben o no creen recordar la historia; pero que suena a posible. Todo es posible en un isla tan alejada del mundo, y donde cada familia es mundo, alejado del otro.
En esta travesía por la búsqueda de una desaparición, y el intento de reconstruirla con jóvenes no actores de la zona; Agüero -director en la vida real-, es el personaje de ficción que se crear el autor (Torres), para contar una historia de soledades que se encuentran, y de unas fronteras que pocos cruzan, instaladas más allá de la memoria.
Poco a poco, el cineasta Agüero le va contando al cineasta Torres, quien a su vez nos lo cuenta a nosotros, cómo esta pequeña isla está dividida en dos. Una división que se ha ido precarizando, pero que existe, y sobre todo que existió. De un lado está San Francisco, donde habitan los “nativos” (esos que casi toda Latinoamérica se ha empeñado en borrar, y con especial ahínco Chile); y del otro, apenas a cruce de un puente (los puentes no sólo están construidos para tender cercanías; sino también, para separar vidas), El Tránsito, donde se instalaron, para nunca más transitar hacia otros rumbos, los colonos.
Así que tal vez la historia de Torres que cuenta Agüero -o viceversa, ya poco importa-, sobre la extraña desaparición de los jóvenes amantes, que cruzaron ya no un puente, sino las aguas del Pacífico; se deba a que cada uno de ellos vivía en los polos opuestos de la isla. Ya se sabe que el amor sí conoce de fronteras, en especial las raciales.
Nuestro biógrafo de unos amantes desaparecidos, continúa deambulando con el viento en contra; mientras en sus encuentros con los habitantes de la isla, se va tejiendo la memoria de unos seres que por estar más allá de tierra firme; construyen un modus vivendi de cara al mar, a los volcanes imaginarios del niño que cierra el ciclo; en un país que como bien dice Patricio Guzmán, siempre ha vivido de espaldas al Pacífico, más allá de tener la costa más extensa de nuestro subcontinente.
Este viaje por encontrar rastros, huellas, de los amantes de Chiloé; es efectivamente un clima, un clima signado por el viento de los mares que rodean la isla. Un clima de melancolía, porque ya no podremos recuperar ese amor; y también un clima de soledad, porque al final, frente al volcán imaginario, Agüero descubre que ha vuelto a casa, una casa a la que quizá él perteneció; pero que no es la casa de Torres, quien quiso en los amantes de Chiloé, encontrar refugio. Y así no les quedó más opción al personaje y al narrador, que tomar el barco del vuelta a tierra firme. Ya sabemos que todo viaje es, un punto de llegada, pero también un punto de partida.

IV.-
“Cruzaron por lugares por los que parecía imposible perderse”.
Enrique Vila-Matas.

Estas tres obras, documentales, biográficas, de cronistas; han adoptado el viaje como metáfora y también como recurso narrativo, para poder, no pensar sino para verbalizar, lo que desde siempre ha sido una angustia del hombre desde que éste ha tenido la facultad de re-presentarse, es decir, desde que lo invadió el mal de la cultura. Y eso que siempre desde que somos cultos, nos ha sido casi imposible de aprehender, no es otra cosa que nuestra identidad.
Término complejo, pues qué somos. ¿Somos acaso lo que nos ha sido heredado por tradición: nuestra raza, nuestra fe?, ¿somos los que nos ha tocado ser en el devenir histórico de nuestra vida y nuestra morada?, ¿somos acaso un historia que se resiste a ser olvidada, que pudo ser? ¿O somos acaso, lo que la circunstancia nos demanda?
En ese tren hacia el oeste, iban juntas las víctimas y los que serían sus victimarios, obligados por la necesidad. Nadie era culpable, pero tampoco nadie era inocente. ¿Aún lo somos?. En ese carro de puertas, se va hacia un puerto que en su camino, ha ido olvidando la alegría con que fue bautizado. Y gracias al viento, retorna a casa una historia como cualquier otra, que sólo espera las condiciones climáticas adecuadas, para hacer su aparecimiento.
Como la identidad es tan compleja, los directores de estas obras han tenido que buscar su doppelgänger, para poder narrar-se. Tréfaut usa Chil, disfrazado de Marceline. Marcelo el niño avileño, debe transformarse en Martín, un cineasta nada cómodo. Y Torres necesita de Agüero, tanto como Agüero necesita de Torres, para encontrar el camino que lo lleve de vuelta a casa.
Después de tanto recorrido, tanta lectura de páginas imaginables e imaginadas, y de tanto vernos en el espejo de una pantalla, ya sabemos que las biografías no cuentan la vida real de sus autores, sino de sus narradores. Y que la crónica no relata los acontecimientos tal como sucedieron, sino como los recuerda el cronista.


Notas sobre los filmes y sus directores.
Treblinka, Sérgio Tréfaut. Portugal, 2016.
Tréfaut nació en Brasil en 1965. Luego de estudiar un Máster en Filosofía en la Universidad de la Sorbona (París, Francia), se radicó en Lisboa. Entre sus documentales se encuentran Outro País (1999), Fleurette (2002), Novos Lisboetas (2003), Lisboetas (2004), A ciudade dos Mortos (2009) y Alentejo, Alentejo (2014). Su primer trabajo de ficción Viagem a Portugal (2011) con Maria
de Medeiros e Isabel Ruth, también ha sido merecedor de reconocimientos internaciones.
Ficha Técnica:
Actores: Kirill Kashlikov, Isabel Ruth. Voz femenina: Nina Guerra. Acordeón: Vitaly Koindratenko
Fotografía: João Ribeiro. Sonido: Miguel Moraes Cabral. Sonido adicional: Olivier Blanc. Música original: Alfredo Costa Monteiro. Edición: Pedro Marques. Produccción: Catarina Almeida y Sérgio Tréfaut. Produccción ejecutiva: Ukraine, Toy Pictures y Elena Lysenko.
Ganadora como Mejor Película Portuguesa en el IndieLisboa International Independent Film Festival, 2016.

El tren de la línea norte, Marcelo Martín, Cuba, 2014.
Marcelo Martín (La Habana, 1980) es graduado de Diseño de Comunicación Visual, en el Instituto Superior de Diseño (ISDI), se inicia como realizador de publicidad para televisión. Más tarde fue profesor en la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños. Comienza dirigiendo varios documentales principalmente de encargos, hasta que emprendió proyectos más autorales. Sus obras incluyen Air Supply, una brisa de amistad (2005), Malegría (2006), Misa por Cuba (2007), Séptima estación (2009), A ultranza (2010) y Elena (2012).
Ficha técnica:
Productora: Abarca Films / Producciones Caminos / Orprosen INC. Guión: Marcelo Martín. Producción: Mayelín Núñez. Producción Ejecutiva: Ángel Piedra, Joel Suárez, Vicente Sendra, Marcelo Martín. Fotografía: Ernesto Calzado. Edición: Daniel Diez, Jr. Música: Santiago Feliú (RIP), Harold & Ruy Adrián López-Nussa. Sonido: Michel Caballero.
Premio Caracol como el mejor de su categoría (documental) en la sección de Cine, Radio y Televisión de la UNEAC
Premios Cibernauta –otorgados por la votación del público en la web- en la categoría documental, en el marco del 37 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano (La Habana, Cuba).

El viento sabe que vuelvo a casa, José Luis Torres Leiva, Chile, 2016.
José Luis Torres Leiva (1975, Chile) tiene una amplia trayectoria como cortometrajista y director de videos independientes. El cielo, la tierra y la lluvia (2008) fue su primer largometraje. Apoyado por el Hubert Bals Fund (HBF), fue nominado al Tiger Award y ganó el Premio FIPRESCI en el IFFR de 2008. Verano también contó con el apoyo del HBF y su premiere se llevó a cabo en el Festival de Cine de Venecia de 2011. Entre sus obras podemos citar Confesiones de un caballo suicida (2002, corto), No tengo nada que decir (2003, corto), Ningún lugar en ninguna parte (2004, documental), Los ojos abiertos (2004, corto), Obreras saliendo de la fábrica (2005, corto), El tiempo que se queda (2007, documental), El cielo, la tierra y la lluvia (2008), El secreto (2008, corto), Trance uno (2008, corto), Trance (1-10) (2008), Primer día de invierno (2010, corto), Tres semanas después (2010, documental) y Verano (2011).
Ficha técnica:
Guión: José Luis Torres Leiva; Elenco: Ignacio Agüero; Producción Ejecutiva: Catalina Vergara; Producción General: Carolina Quezada, Asistente de dirección: Tiziana Panizza; Dirección de Fotografía: Cristián Soto; Montaje: José Luis Torres Leiva y Andrez Chignoli; Sonido: Claudio Vargas, Fernando Marín.
Mejor documental, Festival de Cine de Cartagena, Colombia, 2016.


Referencias:
.- “El Tren de la Línea Norte: Historia de un pueblo sepultado por las penurias”, por Redacción Redacción Café Fuerte, 17 de julio de 2016, en: CaféFuerte: la palabras claras y el café fuerte para entonar el día, http://cafefuerte.com/cine/29425-tren-la-linea-norte/ (consultado el 05/10/2016).
.- “El viento sabe que vuelvo a casa (The Winds Know I´m Coming Back Home)”, en Cinéma du Réel, http://www.cinemadureel.org/fr/archives/programme-2016/competition-internationale/el-viento-sabe-que-vuelvo-a-casa (consultado el 05/10/2016).

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