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viernes, 7 de julio de 2017

Poco invierno y mucho fuego: la libertad disfrazada de comunidad.


Winter of fire y Venezuela: un lugar de desencuentros y desencantos.

Some of the images in Evgeny Afineevsky’s Winter on Fire: Ukraine’s Fight for Freedom will be familiar from CNN and social media, and not only because the specific events — the protests in Kiev in early 2014 that drove Ukraine’s President Viktor F. Yanukovych from power — were widely broadcast at the time. They were also part of a pattern. The spectacle of thousands of people gathering in a city square and refusing to leave in spite of state violence, bad weather and internal dissension has become a common sight, in Cairo and Istanbul and in the earlier wave of “color revolutions” in what used to be the Soviet bloc”.
A. O. Scott.

La próxima generación de la Revolución.

Muchos son los medios de comunicación -nacionales e internacionales-, los analistas políticos, los críticos de cine y otras artes, y hasta los mismos protestantes -en especial los jóvenes-; que ven una gran similitud -al punto de hablar de “influencia”- entre la situación actual venezolana y los eventos del invierno ucraniano de 2013-2014. Gran parte de esas comparaciones y de la llamada influencia en los insurgentes, se debe a la popularidad y a las reiteradas proyecciones ahora públicas, del documental de Netflix Winter of Fire, del director ruso Evgeny Afineevsky. 


Como bien dice Scott en su crítica de The New York Times (1), la popularidad y familiaridad de las imágenes del documental, no se deben sólo a la amplia cobertura que los medios occidentales hicieron de la Revolución del EuroMaidán; sino que las mismas, comparten el patrón característico de los media: la espectacularización de eventos similares, donde miles de civiles con el clima en contra, resisten la embestida violenta de lo que se ha llamado un estado forajido. Cambie usted las banderas y tendrá su puesto en las plazas de El Cairo, Estambul, Trípoli y demás.
Y eso está bien. Afineevsky y sus productores no quieren ni pretenden, hacer una investigación política de los hechos. Sólo desean hace propaganda. Un sub-género cinematográfico que tiene sus orígenes en el mismo Edison. Por ello el filme, rellena los vacíos de investigación periodística (que disimula con la breve introducción y con un más exiguo epílogo) con una larga exposición de los sentimientos y motivaciones de los participantes, valiéndose del vívido retrato del terror, el miedo, la desesperación y la epifanía del deseo cumplido de liberación, luego de 93 días. Como dice Scott (2): logrando comunicar estos sentimientos directo al torrente sanguíneo y al sistema nervioso de la audiencia. Y para ello, para lograr ese espectáculo visceral, reflexionar está prohibido.
 
Libertad, igualdad y fraternidad: ¡Viva Europa!
El documental se subtitula “La lucha de Ucrania por la libertad”. Y asume esta causa -la libertad- como causa única y universal. Pero eso es una falacia. No sólo porque desde Platón, el problema de los universales se ha revelado complejo y nada universal (y hasta acá dejamos el lado filosófico de la cuestión); sino porque el reclamo de Maidán, como bien lo explica su nombre más popular, es un problema Euro-Maidán.
Como explica el breve intro, al Yanukovych llegar por segunda vez al poder, traía como promesa electoral el ingreso de Ucrania a la Unión Europea. Pero como todo político, al ocupar su silla viró drásticamente hacia su amigo y fiel escudero Putin y a la (supuestamente) odiada Rusia. Esta traición, este giro hacia el este y no hacia Occidente, es lo que desencadena toda la revuelta. Por lo que poco tiene de lucha por la libertad, y sí mucho sobre a quién le hinca las rodillas el pueblo ucraniano.
Es importante acá, hacer un poco de etimología. En su origen eslavo (Ucrania comenzó su vida como pueblo eslavo, para luego estar bajo el dominio y disputa de polacos, lituanos, mongoles, tártaros, astro-húngaros, alemanes, y rusos entre otros y sin orden cronológico certero) el nombre del país proviene del término krajina, que significa «país» o «territorio fronterizo» (3). Si uno ve el mapa de la zona y repasa las múltiples invasiones y anexiones, las razas que conforman ese gran trozo de tierra y demás aspectos geo-políticos, podrá entender porqué es un país frontera efectivamente. Y podrá entender también, porqué tantos imperios y reinados, querían hacerse de su territorio: el es paso más corto y efectivo, entre lo que solemos llamar Oriente y Occidente.

Ucrania: un territorio fronterizo.

El director olvida adrede este detalle, y sitúa al pueblo ucraniano todo, clamando por la libertad. Una libertad solo alcanzable, solo posible, si se forma parte del bloque europeo. De ahí el nombre de Euro-Maidán, que el documental evita pronunciar (y que en realidad significa en su idioma original -Євромайдан- ‘Europlaza’). Pero tranquilos, las imágenes y testimonios lo delatan.
En la nada improvisada tarima (y una se pregunta todo el tiempo, cuánto de espontáneo tuvo esa toma) un popular artista clama a todo pulmón: “la defensa de los valores europeos de libertad y dignidad”. Algo que confirman las innumerables banderas azules de la UE que flamean sobre todas las carpas apostadas en la Plaza, no casualmente antes llamada de la “Libertad”. 

U(E)crania .

Sin embargo, el documental intenta rescatar cierto patriotismo, aunque el tiro le sale por la culata. Cuando entrevista al encargado de las campanas del Monasterio de San Miguel, quien dobló las mismas para alertar la llegada de los Berkuts (la policía especial del régimen), este joven monástico cuenta que dichas campana no teñían desde 1.240, cuando doblaron para alertar al pueblo de Kiev de la invasión de los tártaros. Vaya paradoja, pues ahora suenan las campanas para sumir al pueblo ucraniano a un nuevo imperio. Queda borrada así, toda la historia de una nación, conformada por cientos de culturas y pueblos, con valores propios, valores como la libertad y la dignidad que tuvieron en 1.240 ante los tártaros.
 
Retórica igualitaria, retórica comunitaria.
Esta igualación de toda una nación bajo un ideal común, también se observa en la retórica de la solidaridad, la igualdad de clases, razas y credos. Uno observa como artistas famosos llevan ropas y enseres, como desde otras ciudades (e incluso desde otras partes de la ciudad, porque al sitiarse en la EuroPlaza, se auto-encierran del mundo) colaboran con alimentos y medicinas, cómo conviven clérigos de las diferentes religiones que hacen vida en la capital, e incluso como las diferencias de edades y hasta de rango militar, parecen borradas en pro de la lucha por Europa (digo, la libertad).
Y en donde hace mayor hincapié el filme, es el carácter civil de la protesta. Sin embargo, acá otra vez, los testimonios trabajan en contra. Poco a poco, con el pasar de los días, muchos militares retirados se unieron a la toma de la Plaza, y comenzaron a organizar a los civiles, como si de soldados de regimiento se tratase. Les enseñaron a defenderse a los morteros (y de ahí el uso de los escudos tan de moda hoy en Venezuela), organizaron brigadas: unas de a pie, otras tipo caballería (los auto-Maidán), otros en centro de comunicaciones, etc. Y hasta planificaron (en ocasiones con poco éxito) las incursiones fuera de la plaza, según las estrategias aprendidas en la academia. Civiles sí, pero bajo un estricto orden militar.

Organización, milicias, milicianos (frente al poder)

Todo esto: la retórica de igualdad, el carácter civil, los toques de patriotismo, etc; no son más que la retórica de la Comunidad Europea. Todas las naciones -borrando su nación pero preservando ciertas costumbres- se agrupan en un solo bloque. Bloque que defiende los intereses comunes (definidos por unos pocos), que tiene su propio brazo armado para la defensa del bloque (que no de las naciones, obviamente). Y que tiene una voz de mando: Alemania. Los demás, pasarán a ser pueblos de segunda o tercera. A Ucrania le queda el lugar de cuarto. Como bien lo dice un prelado de la iglesia, cuando creyendo que su sotana lo libraría de las balas, descubre que así no es: “Que le disparen a civiles; pero ya cuando se le dispara a hombre de iglesia, qué más se puede esperar”. Todos los animales son iguales, pero unos son más iguales que otros.
Todo lo anterior, la retórica del espectáculo y la retórica comunitaria, ya son suficientes argumentos para deslindar el Euro-Maidán de la situación que atraviesa Venezuela (y también para deslindar al documental, de su supuesta objetividad basada en las múltiples cámaras y testimonios). Sin embargo, hay un aspecto táctico resaltante y quizá, para los efectos ejemplarizantes que algunos vez en el filme, crucial.
 
Del centro y la periferia: una diferencia crucial.
La resistencia pro-europea de Maidán, fue efectivamente una resistencia. Miles de personas se congregaron en una plaza, en donde se auto-sitiaron en el centro emblemático de la ciudad y crearon barricadas y brigadas para protegerse de los ataques periféricos de los Berkust y luego de los titushki (mercenarios del mundo, unidos). Los llamados “escuderos de la libertad” (en algunos medios “escuderos de la resistencia”), que dicen inspirarse en los euro-maidaneses, están más bien en la periferia y tratando de tomar posesión del centro. Mientras que las (nada inocentes) fuerzas del orden, resisten desde un centro bastante ampliado, a los periféricos escuderos al acecho.
Ambos grupos comparten, huelga decirlo aunque es lamentable, sus propios titushki y también, cosa que el documental omite, sus propios partisanos extremistas. La creencia de que el EuroMadián fue anti-partidos no es del todo cierta (como se deja ver por ciertas banderas "sueltas"), por ciertas acciones “imprecisas” en la noche de los francotiradores (4) y como mejor lo ejemplifica, el presidente Poroshenko y sus alianzas postrevolución (5). 

La protesta y sus banderas.
 
Venezuela no es Ucrania. Pero lo que sí demuestra el documental de Netflix, es que el poder del cine-propaganda está cada día más vigente y no en vano, usa hoy el view on demand y las RRSS como su plataforma de difusión. Medios en donde las priman las emociones y los relatos basados en éstas, más que la reflexión y la investigación que demanda un cine políticamente comprometido.
Se hace necesario, dejar de buscar referentes y relatos fundacionales foráneos, periféricos. Se hace necesario también, (des)aprender a retratarnos: crear nuestras propias imágenes y en especial, nuestro propios discursos.

Notas:
(1) SCOTT , A. O. “Winter on Fire’: The View From the Trenches of a Political Uprising”, en The New York Times, 8/10/2015. Disponible en: https://nyti.ms/1LpGFwy. Acceso: 01/07/2015.
(2) SCOTT , A. O. “Winter on Fire’: The View From the Trenches of a Political Uprising”, en The New York Times, 8/10/2015. Disponible en: https://nyti.ms/1LpGFwy. Acceso: 01/07/2015.
(3) Wikipedia. Disponible en: https://es.wikipedia.org/wiki/Ucrania. Acceso: 06/07/2015.
(4) “Las manifestaciones antigubernamentales fueron aprovechadas por grupos neonazis, que ocuparon edificios en el centro de Kiev, incluyendo el edificio del Ministerio de Justicia, y llegaron a secuestrar a funcionarios públicos”. (Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Ucrania). Acceso: 06/07/2015.
(5) Para conocer otras omisiones nada inocentes del documental, recomendamos leer Marín, Pedro, “Five things Netflix' documentary on Maidan doesn't tell you about Ukraine” en Off guardian, 30/10/2015. En:

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