Apuntes sobre el
documental iberoamericano.
(Primer apunte) La
metáfora del viaje.
Patricia Kaiser.
En
algunas ocasiones se emprenden viajes para conocer tierras y parajes
ajenos. En otros casos, se toman las maletas para abandonar, o
instalarse en el abandono. Y en algunos casos más, se viaja para
recordar, para retornar a uno mismo, o evocar la memoria de los
otros. Pero lo cierto es que todo viaje comprende tanto el conocer,
como el desconocerse; tanto una partida, como un retorno.
Por eso
es que el viaje siempre ha sido fundamental en la articulación de la
memoria y de la narración; bien sea la narración de uno mismo, o la
narración de seres ajenos (reales o ficcionados, incluyendo la
ficción que de uno mismo puede hacerse, como lo es la biografía). Y
así, desde la primera frase de cualquier cuento oral como “Érase
una vez....”, emprendemos una línea de fuga hacia adelante, hacia
atrás, o incluso hacia abajo. Un viaje vertical.
De viajes
y de búsquedas, tratan tres de los más interesantes documentales
(para quien este viaje escribe) que formaron parte de la preselección
de los Premios Fénix de este año. Tomaremos un par de trenes en
búsqueda un pasado que siempre ha estado presente; para luego
abordar un barco, tan sólo para encontrar una historia de amor y su
imposibilidad.
I.-
“Cuando
viajas con alguien... siempre tiendes a mirar lo que te rodea con
extrañeza mientras que, cuando viajas solo, el extraño siempre eres
tú”.
Enrique
Vila-Matas.
Treblinka,
Sérgio Tréfaut. Portugal, 2016.
Vamos
rumbo al Este, ese temido Este que tiene como punto de origen, el
muro que separó al territorio alemán. Es un viaje lento, pausado,
que pareciera no tener fin, aunque su fin está ya encerrado en sus
vagones. Vamos hacia Treblinka. Una Treblinka que pareciera quedar,
incluso más allá de los Cárpatos, mucho más allá. Porque es un
viaje hacia la muerte. Un viaje lento, pausado, con un definitivo
final.
Es un
tren habitado por fantasmas. Seres desnudos, porque para morir no
hacen falta las ropas. Ni tampoco hacen falta éstas, en el más allá
de la frontera del horror. A través de las empañadas ventanas del
vagón, porque es un viaje de invierno, sólo vemos estaciones
vacías, quizá con algún paseante que desconoce la carga que dicho
tren porta en su interior.
Pero ahí,
junto a los fantasmas, se encuentra una elegante mujer. Una que
regresó del horror y ahora emprende el retorno, para recordar y
reconocerse en sus compañeros de ruta. Y junto a ella, viaja una
voz, la voz de otro ser que sobrevivió a los viajes: al de ida y al
de regreso. Ella es Marceline Loridan-Ivens, la viuda de Jori Ivens,
quien sobrevivió a los trabajos forzados en Birkenau. Él en cambio,
es uno de esos pocos que nos sólo lograron sobrevivir en Treblinka;
sino que además, se fugaron en una acción sin precedentes en los
campos de concentración polacos. Su nombre es Chil Rajchman, quien
recogió su dolor y tormento, en el libro Treblinka: a survivor’s
memory (Je suis le dernier juif, en francés). A estos
testimonios, el director de origen brasileño, sumó las confesiones
de Frank Stangl -el jefe a cargo de Treblinka- recopiladas en forma
de entrevistas por Gitte Sereny en Into That Darkness.
Para
evitar “el turismo del holocausto”, que infesta los trenes que
desde el Oeste parten hacia Polonia, y para evitar caer en la
banalización de las imágenes del horror (una banalización que muy
explica Susan Sontag en Ante el dolor de los demás),
Tréfaut opta por el ensayo-autobiográfico como forma para narrar la
historia de millones de judíos (pero no sólo ellos), que fueron
exterminados por un poder ciego, pero sobre todo, temeroso del otro.
Para el director “la palabras pueden ser más fuertes que las
imágenes”.
Por esta
razón, Tréfaut opta por una imagen cerrada sobre sí misma: el
interior del tren, donde habitan cuerpos desnudos (sin identidad ni
dignidad alguna, como sus viajeros de la época). Y a ellos, a ese
espacio cerrado que es metáfora de las fosas comunes a dónde serían
arrojados; les superpone una voz en off, que nos narra cómo
sobrevivió ese hombre que pudo ser otro; y que de hecho, ahora lo
es.
El tren
se convierte entonces, en las páginas de un diario. Los cuerpos
desnudos, en los miles de compatriotas que no sólo vio morir, sino
que ayudó en su ejecución. Quizá por eso lo acompañan en este
tránsito. Por llevar sus vidas a cuestas.
Uno de
los momentos más duros de la confesión, y que el tono monocromático
de la voz en off lo hace parecer un retahíla sin fin ni finalidad; es
cuando el entonces prisionero, descubre que para sobrevivir, necesita
de la llegada de otro tren y de otro y de otro, cargados de judíos
que no pasaban más un día sin entrar en las cámaras de gas. Porque
Chil, que bien pudo llamarse Hermann o Joseph; era uno de los
prisioneros trabajadores del campo. La maquinaria nazi, utilizaba a
los mismos judíos para la manutención del campo. Ellos eran
barberos, seleccionaban las ropas utilizables, cargaban los cuerpos a
las fosas comunes, y extraían los dientes de oro que enriquecían
las arcas de la SS, la Gestapo y toda la maquinaria mortuoria. Así
que para su subsistencia, necesitaba la llegada de los trenes. Y una
tarde, no llegó tren alguno. Y Chil sabía que eso significaba,
convertirse en un ser prescindible. En un muerto más. Por lo que,
contra todos sus valores y solidaridades; suplicó por la llegada de
un nuevo tren. Lamentablemente para muchos, sus deseos se cumplieron.
El tren
hacia Treblinka es una metáfora del viaje que algunos emprendieron
sin retorno; y que otros, han tomado de vuelta, para evitar el olvido
y darse cuenta de que son seres extraños: extraños por sobrevivir,
extraños por hacerlo a costa de sus compatriotas sin rostro, sin
nombres (Treblinka es uno de esos campos que, dada la rapidez con la
que se llevaban a cabo las ejecuciones -un prisionero no pasaba más
de un día sin ser enviado a las cámaras de gas-; y del hecho de que
en los trenes, ya la mitad de sus pasajeros, o bien habían muerto, o
se habían suicidado al tener la certeza de su destino; ha sido muy
difícil no digamos identificar los nombres de sus víctimas, sino
incluso contabilizarlas).
Pero
por sobre todas las cosas, Treblinka se constituye en
un relato biográfico. Y juega con las licencias que toda biografía
digna de ese nombre, tiene a su disposición: el yo que escribe, no
es el mismo que es escrito (piense en Kafka y en K.); los hechos que
se relatan, no son los que de verdad nos ocurrieron, sino la forma en
los recordamos (recuerde a Walser); y el sujeto narrado, no es único,
sino polivalente (¿cómo hemos de nombrar a Pessoa?).
Treblinka
entonces, no es un lugar, no es el relato de algún sobreviviente. Es
un viaje en tren lento, pausado, donde la extrañeza no está en lo
que el velo invernal nos deja ver o nos oculta; sino en nosotros,
esos seres desnudos, que lo habitamos y lo hacemos real, junto a
sonido de lo rieles sobre la nieve.
II.-
“Lisboa,
en cambio, tiene otro encanto, el de la precariedad, pues nunca se
sabe si llega uno al fin de un viaje o al punto de partida”.
Enrique
Vila-Matas.
El tren de la línea
norte, Marcelo Martín, Cuba, 2014.
Marcelo
en un joven que decide retornar a la provincia de su infancia, Ciego
de Ávila. Pero Marcelo también, es un joven cineasta. Así que
decide transformar el retorno al territorio de sus años de
inocencia, en un testimonio documental de la provincia de sus
recuerdos, hoy en día. Para seguir la ruta de sus pasos perdidos,
decide tomar el “Carro de Puertas”, un tren de un solo vagón que
es el único medio de transporte entre varios poblados, y que hace la
ruta desde los años 40 del pasado siglo, partiendo de Morón hasta
la costanera ciudad de Punta Alegre.
Como a
Proust, pero partiendo de algo más tangible y desolador que los
aromas primaverales; a Marcelo lo detienen en Falla, la visión de su
plaza, la biblioteca y la segura promesa de encontrarse con sus ya
viejos, amigos y mentores. Y así efectivamente ocurre.
En las
primeras de cambio, todo es alegría en nuestro biógrafo. Pero la
alegría, ya sabemos, es breve. En Falla descubre el olvido, el
abandono, la miseria y la sub-vivencia, de sus moradores. Porque en
Falla, no parece que se habite; sino que se mora. Se deambula. La
antigua bibliotecaria y maestra, que extraña los tiempos en que se
dedicaba a abrirles las páginas de la imaginación a niños como
Marcelo; el dueño de un cine abandonado, que pudo ser gloria y hoy
es olvido. Y yendo un poco más allá de los márgenes de esa gran
falla en el sistema socialista, las cuarterías y sus
habitantes. Cientos de seres que bajo la promesa de la
“autoconstrucción”, finalmente tuvieron que refugiarse en
minúsculos habitáculos multifamiliares; hechos de cartón y lata.
En comparación, los falansterios de La Habana son la realización
absoluta de Charles Fourier.
Ahí, más
allá de la falla, habitan seres marginales que sólo encuentran en
la delincuencia el modo de hacerse con lo mínimo para la vida.
Campesinos que ven sus reses perderse, en el robo casi lícito del
que son víctimas, pues esas vacas alimentan a sus vecinos. Un pueblo
cada vez más ausente, porque la pena por el robo de reses, es de
hasta 17 años. Unos residentes con casa a medio construir, porque la
nueva ley, impide que las cuarterías obtengan financiamiento, al
colindar pared con pared, y no haber distingo en la propiedad.
Ciego de
Ávila parece ser invisible. El Comité del PC de la provincia -que
se negó a dar testimonio-, parece haber enfermado de Saramago. Poco
importa el pasado glorioso del pueblo, que en la segunda década del
siglo XX fue uno de los centrales azucareros más eficientes de Cuba:
"El Adelaida". Y es casi una ironía, el cartel que recibe
al viajero que abre las páginas de este Carro de Puertas: "Cuba
es un país socialista de la América Latina insular, donde el Estado
es el dueño mayoritario de los medios de producción con el objetivo
de garantizar el bienestar de todos los ciudadanos".
Luego de
esta pausa, porque Marcelo se contagió de la pausa permanente de los
habitantes fallidos; poco importa seguir abriendo las puertas hacia
Puerto Alegre. Ya dijimos que la alegría es breve, y nuestro
biógrafo, ahora convertido en cronista; tiene poco ánimo y casi
ninguna esperanza, de encontrar regocijo en la parada final de un
tren con un único vagón, que lo dejará en las puertas del Caribe,
mirando un horizonte precario.
Lo
importante para nuestro cronista, y para nosotros sus lectores, es
saber que Falla, Ciego de Ávila y Cuba toda; es como la Lisboa de
Vila-Matas. Puede ser un viaje con un final: un final en un puerto
alegre, alegre quizá porque es el término de todo. Pero también
es, aunque precario, un punto de partida. Nuestro cronista, único
vidente en un país cegado, nos lleva de la mano por este viaje que
no distingue el punto de llegada del de partida; y que quizá como
Lisboa, la otra Lisboa invidente, despierte un día para descubrir
con sorpresa, que todos hemos vuelto a ver. Que ahora nos
reconocemos, precarios sí, muy precarios, pero listos para tomar
otro vagón y comenzar otra crónica.
III.-
“Viajar
es sobre todo, un clima, un estar a solas, un estado discretísimo de
melancolía y soledad”.
Enrique
Vila-Matas.
El viento sabe que
vuelvo a casa, José Luis Torres Leiva, Chile, 2016.
Cuenta una leyenda de los 80's del siglo pasado, que una joven pareja
desapareció en Meulín, una isla al sur de Chile. El cineasta
Ignacio Agüero, decide emprender años después, un viaje a esa
región de Chiloé, para buscar información sobre la extraña
desaparición -ya que los jóvenes no dejaron rastro alguno-, y
llevar a cabo un proyecto de ficción. Por lo que también aprovecha
el viaje, para hacer un casting con jóvenes de la localidad.
Lo
primero que Agüero descubre, es que tan fácil para un extranjero el
no pasar desapercibido; como para un local el desaparecer. Todos los
que entrevista para su investigación, le contestan que no saben o no
creen recordar la historia; pero que suena a posible. Todo es
posible en un isla tan alejada del mundo, y donde cada familia es
mundo, alejado del otro.
En esta
travesía por la búsqueda de una desaparición, y el intento de
reconstruirla con jóvenes no actores de la zona; Agüero -director
en la vida real-, es el personaje de ficción que se crear el autor
(Torres), para contar una historia de soledades que se encuentran, y
de unas fronteras que pocos cruzan, instaladas más allá de la
memoria.
Poco a
poco, el cineasta Agüero le va contando al cineasta Torres, quien a
su vez nos lo cuenta a nosotros, cómo esta pequeña isla está
dividida en dos. Una división que se ha ido precarizando, pero que
existe, y sobre todo que existió. De un lado está San Francisco,
donde habitan los “nativos” (esos que casi toda Latinoamérica se
ha empeñado en borrar, y con especial ahínco Chile); y del otro,
apenas a cruce de un puente (los puentes no sólo están construidos
para tender cercanías; sino también, para separar vidas), El
Tránsito, donde se instalaron, para nunca más transitar hacia otros
rumbos, los colonos.
Así que
tal vez la historia de Torres que cuenta Agüero -o viceversa, ya
poco importa-, sobre la extraña desaparición de los jóvenes
amantes, que cruzaron ya no un puente, sino las aguas del Pacífico;
se deba a que cada uno de ellos vivía en los polos opuestos de la
isla. Ya se sabe que el amor sí conoce de fronteras, en especial las
raciales.
Nuestro
biógrafo de unos amantes desaparecidos, continúa deambulando con el
viento en contra; mientras en sus encuentros con los habitantes de la
isla, se va tejiendo la memoria de unos seres que por estar más allá
de tierra firme; construyen un modus vivendi de cara al mar, a
los volcanes imaginarios del niño que cierra el ciclo; en un país
que como bien dice Patricio Guzmán, siempre ha vivido de espaldas al
Pacífico, más allá de tener la costa más extensa de nuestro
subcontinente.
Este
viaje por encontrar rastros, huellas, de los amantes de Chiloé; es
efectivamente un clima, un clima signado por el viento de los mares
que rodean la isla. Un clima de melancolía, porque ya no podremos
recuperar ese amor; y también un clima de soledad, porque al final,
frente al volcán imaginario, Agüero descubre que ha vuelto a casa,
una casa a la que quizá él perteneció; pero que no es la casa de
Torres, quien quiso en los amantes de Chiloé, encontrar refugio. Y
así no les quedó más opción al personaje y al narrador, que tomar
el barco del vuelta a tierra firme. Ya sabemos que todo viaje es, un
punto de llegada, pero también un punto de partida.
IV.-
“Cruzaron
por lugares por los que parecía imposible perderse”.
Enrique
Vila-Matas.
Estas
tres obras, documentales, biográficas, de cronistas; han adoptado el
viaje como metáfora y también como recurso narrativo, para poder,
no pensar sino para verbalizar, lo que desde siempre ha sido una
angustia del hombre desde que éste ha tenido la facultad de
re-presentarse, es decir, desde que lo invadió el mal de la
cultura. Y eso que siempre desde que somos cultos, nos ha sido
casi imposible de aprehender, no es otra cosa que nuestra identidad.
Término
complejo, pues qué somos. ¿Somos acaso lo que nos ha sido heredado
por tradición: nuestra raza, nuestra fe?, ¿somos los que nos ha
tocado ser en el devenir histórico de nuestra vida y nuestra
morada?, ¿somos acaso un historia que se resiste a ser olvidada, que
pudo ser? ¿O somos acaso, lo que la circunstancia nos
demanda?
En ese
tren hacia el oeste, iban juntas las víctimas y los que serían sus
victimarios, obligados por la necesidad. Nadie era culpable, pero
tampoco nadie era inocente. ¿Aún lo somos?. En ese carro de
puertas, se va hacia un puerto que en su camino, ha ido olvidando la
alegría con que fue bautizado. Y gracias al viento, retorna a casa
una historia como cualquier otra, que sólo espera las condiciones
climáticas adecuadas, para hacer su aparecimiento.
Como la
identidad es tan compleja, los directores de estas obras han tenido
que buscar su doppelgänger, para poder narrar-se. Tréfaut
usa Chil, disfrazado de Marceline. Marcelo el niño avileño, debe
transformarse en Martín, un cineasta nada cómodo. Y Torres necesita
de Agüero, tanto como Agüero necesita de Torres, para encontrar el
camino que lo lleve de vuelta a casa.
Después
de tanto recorrido, tanta lectura de páginas imaginables e
imaginadas, y de tanto vernos en el espejo de una pantalla, ya
sabemos que las biografías no cuentan la vida real de sus autores,
sino de sus narradores. Y que la crónica no relata los
acontecimientos tal como sucedieron, sino como los recuerda el
cronista.
Notas sobre los
filmes y sus directores.
Treblinka,
Sérgio Tréfaut. Portugal, 2016.
Tréfaut
nació en Brasil en 1965. Luego de estudiar un Máster en Filosofía
en la Universidad de la Sorbona (París, Francia), se radicó en
Lisboa. Entre sus documentales se encuentran Outro
País (1999), Fleurette
(2002), Novos Lisboetas
(2003), Lisboetas
(2004), A ciudade dos
Mortos (2009) y
Alentejo, Alentejo
(2014). Su primer trabajo de ficción Viagem
a Portugal (2011) con
Maria
de Medeiros e Isabel Ruth, también ha sido merecedor de
reconocimientos internaciones.
Ficha Técnica:
Actores: Kirill Kashlikov, Isabel Ruth. Voz femenina: Nina Guerra.
Acordeón: Vitaly Koindratenko
Fotografía: João Ribeiro. Sonido: Miguel Moraes Cabral. Sonido
adicional: Olivier Blanc. Música original: Alfredo Costa Monteiro.
Edición: Pedro Marques. Produccción: Catarina Almeida y Sérgio
Tréfaut. Produccción ejecutiva: Ukraine, Toy Pictures y Elena
Lysenko.
Ganadora
como Mejor Película Portuguesa en el IndieLisboa
International Independent Film Festival, 2016.
El
tren de la línea norte,
Marcelo Martín, Cuba, 2014.
Marcelo
Martín (La Habana, 1980) es graduado de Diseño de Comunicación
Visual, en el Instituto Superior de Diseño (ISDI), se inicia como
realizador de publicidad para televisión. Más tarde fue profesor en
la Escuela
Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños. Comienza
dirigiendo varios
documentales principalmente de encargos, hasta que emprendió
proyectos más autorales. Sus obras incluyen
Air Supply, una
brisa de amistad
(2005),
Malegría
(2006),
Misa por Cuba
(2007),
Séptima estación
(2009),
A ultranza
(2010) y
Elena
(2012).
Ficha
técnica:
Productora: Abarca Films /
Producciones Caminos / Orprosen INC. Guión: Marcelo Martín.
Producción: Mayelín Núñez. Producción Ejecutiva: Ángel Piedra,
Joel Suárez, Vicente Sendra, Marcelo Martín. Fotografía: Ernesto
Calzado. Edición: Daniel Diez, Jr. Música: Santiago Feliú (RIP),
Harold & Ruy Adrián López-Nussa. Sonido: Michel Caballero.
Premio
Caracol como el mejor de su categoría (documental) en la sección de
Cine, Radio y Televisión de la UNEAC
Premios
Cibernauta –otorgados por la votación del público en la web- en
la categoría documental, en el marco del 37 Festival Internacional
del Nuevo Cine Latinoamericano (La Habana, Cuba).
José
Luis Torres Leiva (1975, Chile) tiene una amplia trayectoria como
cortometrajista y director de videos independientes. El
cielo, la tierra y la lluvia (2008) fue su primer
largometraje. Apoyado por el Hubert Bals Fund (HBF), fue nominado al
Tiger Award y ganó el Premio FIPRESCI en el IFFR de 2008. Verano
también contó con el
apoyo del HBF y su premiere se llevó a cabo en el Festival de Cine
de Venecia de 2011. Entre sus obras podemos citar Confesiones de
un caballo suicida (2002, corto), No tengo nada que decir
(2003, corto), Ningún lugar en ninguna parte (2004,
documental), Los ojos abiertos (2004, corto), Obreras
saliendo de la fábrica (2005, corto), El tiempo que se queda
(2007, documental), El cielo, la tierra y la lluvia (2008),
El secreto (2008, corto), Trance uno (2008, corto),
Trance (1-10) (2008), Primer día de invierno (2010,
corto), Tres semanas después (2010, documental) y Verano
(2011).
Ficha técnica:
Guión:
José Luis Torres Leiva; Elenco: Ignacio Agüero; Producción
Ejecutiva: Catalina Vergara; Producción General: Carolina Quezada,
Asistente de dirección: Tiziana Panizza; Dirección de Fotografía:
Cristián Soto; Montaje: José Luis Torres Leiva y Andrez Chignoli;
Sonido: Claudio Vargas, Fernando Marín.
Mejor documental,
Festival de Cine de Cartagena, Colombia, 2016.
Referencias:
.- “El Tren de la
Línea Norte: Historia de un pueblo sepultado por las penurias”,
por Redacción Redacción Café Fuerte, 17 de julio de 2016, en:
CaféFuerte: la palabras claras y el café fuerte para entonar el
día, http://cafefuerte.com/cine/29425-tren-la-linea-norte/
(consultado el 05/10/2016).
.- “El viento sabe
que vuelvo a casa (The Winds Know I´m Coming Back Home)”, en
Cinéma du Réel,
http://www.cinemadureel.org/fr/archives/programme-2016/competition-internationale/el-viento-sabe-que-vuelvo-a-casa
(consultado el 05/10/2016).
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